William Morris para makers

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«To give people pleasure in the things they must perforce USE, that is one great office of decoration; to give people pleasure in the things they must perforce MAKE, that is the other use of it.»
— William Morris, The lessert arts

Morris en el siglo XIX

William Morris vive entre 1834 y 1896, entre la primera revolución industrial y la segunda.  Es decir, un período donde los beneficios de la primera industrialización no eran visibles pero sí toda su dureza (horas interminables en trabajos alienantes, ciudades no preparadas para la masificación y que se convierten en cultivo para las epidemias, etc). Por entonces, el corazón de Inglaterra es el BlackCountry, donde se ambientan las novelas victorianas de Dickens. Las arterias, son las vías de tren, que estallan en la crisis a mediados de siglo.
Es por ello que la vida de William Morris puede leerse como un resumen de los debates y fuerzas que latían bajo el siglo XIX, una sociedad de incipiente capitalismo industrial y moral victoriana. A lo largo de su vida, trabajó dos ideas básicas: por un lado, una teoría del consumo fundamentada en dotar de sentido y belleza a los objetos de la vida cotidiana; por el otro, una teoría de la producción que se sustentase en la recuperación del placer en el trabajo.

Morris y el consumo

«I do not want art for a few, any more than education for a few , or freedom for a few.»
— William Morris, The lessert arts

A mediados de siglo, culminan los esfuerzos de Henry Cole por organizar la primera exposición internacional industrial y de comercio, «The great exhibition» en 1851, que fue todo un éxito: 14.000 expositores, 100.000 artículos en exposición, 6 millones de visitantes. Aunque la idea es francesa sólo un país con debates sobre libertad de comercio recientes como Inglaterra estaba preparada por entonces para llevarla a cabo. El mismo Cole, veía la exhibición como la muestra de que Inglaterra estaba preparada para el libre comercio y la primera globalización.
Pero para Cole la exposición era también un impulso a lo que él mismo había iniciado dos años antes con la publicación de la revista «Journal of design and manufacturers»: estimular el debate del diseño en la producción en serie. En este aspecto, la exhibición fue polémica. Muchos la consideraron un horror, la confirmación de que la deshumanización del trabajo que supuso la industrialización no podía producir cosas bellas. De fondo, lo que se estaba rumiando era un debate estético: ¿son las bellas artes (pintura, escultura, …) y las artes decorativas (orfebrería, cerámica, textiles, …) la misma cosa? ¿es posible que la producción en serie integre la belleza?

Owen Jones, uno de los pioneros del diseño, decía que la decoración de los objetos no era importante:

«Ornament must be secondary to the thing decorated, wallpapers and carpets must not have any patterns suggestive of anything but a level or plain.»

Era algo que se hacía a posteriori, una vez la pieza está acabada. El barniz.
Morris, sin embargo, consideraba que la búsqueda de la belleza trascendía el arte y las actividades artísticas (pintura, escultura, etc), que el diseño de los objetos importa. Esta declaración es lo que pone a Morris en el árbol genealógico del diseño industrial. Según él, el objeto en sí mismo porta contextos y la relación que tenemos con ellos debe tener significado. La felicidad no estaría en el número de objetos que poseemos, sino en la belleza y significado que tengan. Critica, además, cómo esa diferenciación entre bellas artes y artes decorativas favorece la creación de clases sociales: los artistas, que serían personas intelectuales, gentilhombres y profesionales; los artesanos, que serían mano de obra asalariada que cobran por semanas.
Se consolida así en Morris el deseo de producir objetos bellos, de calidad y duraderos que puedan ser asequibles para todos.

Morris y la producción

De formación arquitecto, la vida de Morris es en realidad la de un renacentista: diseñador de interiores, tipógrafo, poeta, traductor, escritor de novelas de ciencia ficción, pintor, fundador de la Sociedad por la Recuperación de edificios históricos, etc. Aunque quizás por lo que hoy en día más se le conoce es por haber sido uno de los fundadores del movimiento Arts&Crafts. Y todo empezó con una casa.
Con motivo de su boda, consigue reunir a sus amigos para construir una nueva vivienda familiar como regalo a su esposa, la Red House.Philip_Webb's_Red_House_in_Upton
Al acabarla, unidos por el sentimiento cooperativo y el juego que ha supuesto esa creación inician una empresa conjunta de diseño de interiores que todavía hoy existe, y que se consolida en los siguientes años como la Morris&Co. Es en esta compañía en la que Morris puede aplicar las ideas renacentistas del trabajo desarrollando una teoría organizativa que bebe de los gremios medievales:

  • orgullo por el trabajo bien hecho
  • una relación maestro/aprendiz en las relaciones internas
  • productos de calidad, duraderos y con sentido hacia el mercado

Aunque Morris no era un ludita, consideraba aberrantes las condiciones de trabajo industriales que ponían al hombre al servicio de la máquina, desconectaban al artesano de su relación con los objetos y desposeían de placer al trabajo mismo. Tampoco era ajeno a que la industrialización suponía que el capitalista era el que tenía la relación con el mercado, no el trabajador/artesano.
Es decir, la lectura que hace Morris de la industrialización es que supone una pérdida de independencia que la clase media había ganado en el medioevo.

Morris como activista y filósofo

Morris se define a sí mismo como un socialista constructivo, que ofrece esperanza frente al socialismo destructivo que piensa que la situación actual es insoportable y horrible y la manera de superarla es conmover la sociedad a golpes hasta que se tambalee y caiga. Su objetivo es la búsqueda de la abundancia para todos:

El progreso y victoria sobre la naturaleza para generar riqueza es clara en nuestra época. Todos deberíamos ser ricos. Sin embargo existe un gran masa social explotada que no puede acceder a los bienes más básicos y muchos otros que no pueden perseguir sus disfrutes y deseos para los que la civilización es mezquina y torturadora. Los frutos del progreso nos han sido robados, impidiendo el disfrute de las tres esperanzas.

A nivel político, plantea una visión muy moderna que desarrolla principalmente en «Cómo vivimos y cómo podríamos vivir»: la competencia comercial entre naciones lleva a la guerra, la colonización y al desaprovechamiento de recursos. Como alternativa, propone una aldea global con producción y distribución coordinada en calidad/cantidad, libre comercio y movilidad de personas y el renacimiento social basado en el empoderamiento e independencia de la clase media.
A nivel individual, considera que existen 3 facetas principales que nos harán personas plenas:

  • Esperanza del descanso, o de reposar lo suficiente: seremos mejor que las bestias.
  • Esperanza de obtener un buen resultado y disfrutar de lo realizado: seremos mejor que las máquinas.
  • Esperanza por tener placer en el propio trabajo: seremos hombres.

Su programa político podría definirse como la subordinación del trabajo y capital a las necesidades de la comunidad a la que sirve. No producir objetos inútiles o sin sentido, no crear tareas vacías o no gratas.

Morris en los albores del mundo maker

Hay varias lecciones que podemos aprender de la historia de Morris:

  • la clase media como esperanza: si el cambio productivo significa algo es ganar la capacidad de vender productos diseñados por nosotros mismos en un mercado global. Es decir: apostar por la globalización de los pequeños. El enfoque es recuperar la autonomía que se perdió en la industrialización.
  • el diseño en el centro: fue medio siglo después de que Morris apostase por el diseño en los objetos cotidianos, que las modernas escuelas de diseño rusa (Vkutemas) y alemana (Bauhaus) consiguieron imponer su legado. Hoy, como entonces, el diseño es el centro de la producción.
  • productos, no artesanía: si bien el movimiento Arts&Crafts acertó el diagnóstico (integrar el arte en la producción de objetos cotidianos), erró en la receta (quedar al margen de la industrialización y la producción en masa). Fueron empresarios como Thonet, con 50 millones de sillas vendidas entre 1859 y 1930, los que llevaron su arte a las clases populares, siendo la gran tragedia de Morris (y una de las razones por las que abandonó la empresa) que su base de cliente fuesen las clases adineradas. Aunque no eran luditas, sí tardaron en crear un discurso favorable al uso de tecnología e introducirlas en su trabajo, y eso impidió que sus ideas de organización del trabajo y la sociedad tuviesen mayor recorrido.

El mundo de Morris tiene muchas similitudes con el nuestro. Vivimos, al igual que él, en un futuro muy steampunk.


Comments

3 responses to “William Morris para makers”

  1. Éste es un texto que lleva 1 año en la reserva, creado a partir de un regalo navideño muy especial (un libro de ensayos de Morris) y que acabo de recuperar de esos borradores que se van quedando en cola. Me parece una buena manera de iniciar el año, trazando las raíces del diseño y que espero complementar en los meses que vienen. Además, luego de 1 año, ya le tocaba salir!

  2. […] de la abundancia en la navidad mediante los objetos con los que la celebramos. Un arrebato a lo William Morris. La propuesta fue acogida con entusiasmo y en estos meses de principio de 2016 hemos acabado la […]

  3. […] su comportamiento interno, que se parece al de los gremios medievales que trató de recuperar Morris: la transmisión de conocimiento se basa en la práctica y la mejora continua dentro de un grupo, […]

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