Llevo escribiendo en diferentes avatares de este blog casi 10 años. Gracias a él, publiqué artículos en el periódico tecnológico de mayor tirada de Galicia, conocí a mi mentor en el mundo de la empresa, trabajé en una de las compañías de software libre más importantes del mundo e inicié el contacto con un montón de gente interesante con la que, a lo largo de los años, he podido hacer proyectos conjuntos, tomarme unas cañas y ganar nuevas amistades. Este blog es parte de lo que soy. No siento éso de ninguna otra actividad en internet.
Lo cierto es que llevo un tiempo nutriéndolo de más contenidos que los que tiene un blog al uso: un glosario, las distintas guías que van creciendo o los libritos sin ISBN que voy escribiendo cuelgan de él. Últimamente, me he animado también a incluir miniposts, breves comentarios con enlaces. Lo hice porque me apeteció y pude hacerlo.
Por otro lado, en mi lector RSS tengo unos 42 blogs imprescindibles. De ese tipo de gente que merece la pena leer porque son auténticos, cada uno a su manera, y me aportan una visión única del mundo que vivimos.
Cuando leo que los blogs son passè y lo cool son las páginas de contactos me viene a la cabeza Flip, de la Oveja Mansa. Simplemente cierro la pestaña y voy a otra cosa. Pero también hay días en que me revelo y digo: no, estás equivocado, lo antiguo es pensar que un producto, una página de contactos o un centro comercial de internet, aporta más que relaciones concretas con personas de carne y hueso, que escriben en su blog. Lo que importa no son el número de comentarios o favoritos que consigues. Lo importante es qué te aporta lo que haces y cómo tu vida es mejor por ello.
Cuando estoy en esos días, si alguien como Pablo sugiere recuperar la bandera del blogueo, simplemente saco mi teclado y escribo. En mi blog. Que me devuelve con creces cada minuto que invierto en él; que me permite cambiarlo y adaptarlo a lo que deseo en cada momento; que seguirá estando aquí cuando cierren todas las páginas de contactos de internet.
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