Este post forma parte de una serie que actualicé y consolidé. Recomiendo leer el ensayo completo.
Las empresas sacan productos a mercado para ganarse la vida. Pero una vez lo haces, las oportunidades de mantener las ventas/beneficios en el tiempo con el mismo producto son cada vez menores.
Por un lado, en el mercado la oferta de productos similares de menor precior y/o mayor funcionalidad aumenta con el tiempo. Para protegerte, es sensato sacar nuevas versiones que aporten algo nuevo y permitan mantener los márgenes, bien sea consiguiendo nuevos clientes o con la actualización de los actuales a la nueva versión del producto. En esa carrera, llega un punto donde la demanda se resiente: los clientes ya tienen el producto que hace casi todo lo que necesitan, ¿y para qué van a cambiar a una nueva versión con los costes que eso tiene? Por lo que te ves empujado a integrar un número mayor de funcionalidades que van dirigidas a un menor número de usuarios. Si no lo haces bien, es muy fácil acabar con un producto tan lleno de cosas que es imposible que nadie esté contento y hacer la misma tarea les llevará a todos más tiempo. En ocasiones lo mejor es saber decir no:
https://vimeo.com/81544164
Por otro lado, los costes de producir algo que la gente desee comprar aumentan con el tiempo: tu productividad y eficiencia se ven mermadas por adaptaciones del producto a cambios tecnológicos propios o del ecosistema, la complejidad derivada del crecimiento y los compromisos que has tomado con el tiempo. En ocasiones, necesitarás hacer cambios profundos que afectarán a tu base instalada de usuarios, a las que quizás no les interesa el cambio que propones por lo que no actualizarán a la nueva versión o, peor todavía, hablarán mal de tu producto. Esta fuerza no visible te empuja a ser más conservador con lo que haces, con el consecuente coste de oportunidad.
En definitiva, el tiempo y las iteraciones meten presión en tu producto. Una nueva versión o funcionalidad no significa simplemente incluir un icono más en el menú o crear una nueva función en el código. La complejidad aumenta con cada añadido y si no la controlas, tu atractivo en el mercado y tu capacidad de reacción serán cada vez menores.
El corre que te pillo de la industria del software
La historia de la mayoría de empresas de software se podría resumir de esa manera: como un corre que te pillo en el que se puede estar un tiempo indeterminado, con las amenazas constantes de que el mercado llegue a su punto de saturación o tu producto se quede desfasado.
Las compañías están programadas para crear nuevas versiones del producto, pero no nuevos productos. Microsoft, luego de tener el monopolio de los sistemas operativos erró al calcular el impacto que tendría internet con consecuencias en su negocio que duran hasta hoy, siendo Google y Apple los grandes beneficiados. ArcGIS, hace una década el producto cuasi-monopolista del mercado de sistemas de información geográfica, ha visto cómo le crecen los enanos con el inicio de siglo: productos de software libre que lo sustituyen para gran parte de las tareas y compañías como CartoDB o MapBox que han sabido leer mejor en un primer momento las oportunidades de internet para el sector SIG. Casi la totalidad de los productos que ha sacado Adobe después de Illustrator han sido resultado de adquisiciones de otras compañías. Y así un largo etc.
Particularmente con la emergencia de internet y el empuje del software libre, el sector ha sufrido movimientos profundos durante los últimos años, y uno de los patrones que vemos emerger es que las compañías se están moviendo mayoritariamente a un modelo de negocio basado en subscripciones. Un modelo de subscripciones permite reducir el time to market a la vez que los usuarios pagan por las actualizaciones, que no están garantizadas en un modelo de licencia.
Lo cierto es que crear nuevos productos no es sencillo. Sobre todo cuando las fuerzas que degradan tus márgenes son, en un análisis cortoplacista, tan lógicas y apetecibles que es fácil dejarse llevar por ellas: «añade esta funcionalidad, que así firmamos el contrato con este nuevo cliente», «haz un apaño aquí con el código, total es más rápido y funciona lo mismo», etc. En ocasiones, seguro que traen algún beneficio inmediato a corto plazo. Para las empresas que no tenemos un talonario que usar cuando se esté muriendo la gallina de los huevos de oro, esto es un peligro evidente. A falta de talonario, nos toca agudizar el ingenio. Para sobrevivir debemos ser más cuidadosas que las grandes, ampliar miras y aprender a reinventarnos con el tiempo. Vivir arrebatados por el cambio.
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