La globalización de las artes marciales

¿Por qué se popularizaron las artes marciales asiáticas pero no la esgrima o los métodos de lucha cuerpo a cuerpo occidentales?
Ésta es una de esas preguntas que lleva tiempo rondando mi cabeza y para la que nunca tuve una respuesta. Hace unos días, comentando en casa nuestra primera clase de Aikido, la conversación nos llevó a resolver este pequeño misterio.

1868

El Aikido es un arte marcial de las consideradas modernas en Japón. Aunque las diferencias entre las artes marciales japonesas tradicionales y modernas son significativas en cuanto a los métodos de entrenamiento y filosofía, la divisoria entre ellas es básicamente el año en que fueron creadas: si es posterior a 1868, es moderna. ¿Por qué ese año en concreto?
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Desde el siglo XII, Japón había estado bajo un dictadura militar conocida como shogunato, donde el rol del emperador era ceremonial. La sociedad se organizaba según un sistema feudal con cuatro clases sociales – por orden de importancia: samuráis, granjeros, artesanos y comerciantes. Los samuráis no sólo eran guerreros, sino también guardianes de las tradiciones y la cultura. Su rol era el de aristócratas bajo las órdenes de un señor feudal o daimyo. Durante los primeros siglos del shogunato sus habilidades marciales estuvieron muy demandadas, por lo que se convirtieron en una pieza clave de la estabilidad y poder, llegando a suponer el 10% de la población japonesa. Para hacernos una idea de su presencia en la sociedad, comparando ese porcentaje con la España de 2015, significaría que toda la gente que trabaja en agricultura/ganadería, construcción o industria sería samurái.
Sin embargo, del siglo XVII al XIX, Japón vivió un largo período de casi 250 años con relativa paz, por lo que las habilidades marciales de los samuráis fueron menos demandadas y se introdujeron medidas para restringir su influencia y privilegios. Muchos se reconvirtieron en burócratas, maestros o artistas gracias a su formación. Otros muchos, al morir sus daimyo, no encontraron un reemplazo y se convirtieron en rōnin, vagabundos errantes sin amo ni clan. Estamos en el período Edo durante el shogunato Tukogawa, una época de aislacionismo extremo (sakoku), donde se cerraron las relaciones comerciales con el exterior y entrar o salir de Japón se castigaba con la pena de muerte.
Flash forward al 8 de Julio de 1853.
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Ésa es la fecha en la que el Comodoro Perry atraca en la bahía de Edo (actual Tokio) con una pequeña armada a vapor y el objetivo de firmar un tratado comercial. A golpe de cañón, consigue entregar una carta del presidente de los Estados Unidos dirigida al jefe de estado japonés, para negociar el tratado comercial. Los japones recogen forzados la carta y le dan largas. El Comodoro Perry sigue su ruta por Asia. Mientras, los japoneses, fortifican la isla de Odaiba para protegerse de un ataque naval. Dos años después, Perry vuelve a Japón con una armada el doble de grande para recibir una respuesta positiva y firmar el Tratado de Kanagawa. Este episodio hizo evidente que los siglos de aislacionismo habían impedido que Japón se modernizase y abrió un debate entre las élites del shogunato: ¿cómo evitar ser colonizados? Como reacción al evento, se abrieron escuelas navales y se dieron los primeros pasos hacia la industrialización, se formaron cuadros en las nuevas técnicas de la guerra, etc. Pero el mayor cambio se produjo en el marco de pensamiento de las élites: una década después de la llegada de los barcos negros de Perry a la bahía de Tokio, la ruptura es evidente y en 1868 se inicia una guerra civil conocida como la guerra Boshin, que finaliza con la dictadura militar y pone las bases del Japón moderno. 1868, la divisoria simbólica entre las artes marciales tradicionales y modernas en Japón.
En los años posteriores, conocidos como Restauración Meiji, algunos samuráis que habían apoyado al emperador reciben cargos en el nuevo gobierno como premio, pero la industrialización de la guerra y la modernización de las estructuras sociales japonesas aceleran la progresiva pérdida de privilegios e influencia de la clase samurái en su conjunto: pierden el derecho a portar sus katanas en público, el permiso a matar a otros por honor y la recepción de una paga del estado. Este período supuso un gran ERE de la clase samurái, que da sus últimos estertores en 1877, con la rebelión de Satsuma.
¿Qué hacer con los conocimientos sobre arte de la guerra que ahora nadie necesita?

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Ésta fue la gran pregunta que respondieron las artes marciales modernas como el Judo o el Aikido: algunos maestros se dieron cuenta de que había un mercado para las artes marciales como programas de desarrollo personal que además pusieran en valor las tradiciones japonesas, siempre que se modernizasen las formas y el entrenamiento. Inicialmente, los compradores fueron la nueva aristocracia japonesa y ciertos sectores del gobierno que requerían sus servicios para formar a los nuevos cuerpos de seguridad con técnicas de lucha cuerpo a cuerpo.
Si trazásemos la evolución de las artes marciales europeas, no sería muy diferente: obtienen privilegios e influencia derivada de su importancia militar durante la época feudal y caen en desgracia a partir del momento en que se convierten en irrelevantes por la industrialización de la guerra y la modernización social. Sin embargo, las artes marciales japonesas -y todas las asiáticas- tuvieron la fortuna de que justo en el momento en que pasaron a tener que sobrevivir lejos de las rentas del estado, se abrió para ellos un mercado global.

Y mientras, en Occidente…

Gracias a la reciente apertura comercial, a finales del siglo XIX lo japonés está de moda. Mackintosh y McDonald diseñan con motivos japoneses las casas del té de la señorita Catherine Craston para la burguesía de Glasgow; el espíritu del Art Noveau recorre Europa con formas, colores y diseños japoneses; el gran hit de las óperas a principios de siglo XX es Madama Butterfly que bajo un relato de amor/desamor para las masas, narra una historia muy similar a la llegada de los barcos negros del Comodoro Perry a Japón y la lucha entre lo tradicional/moderno que vino después. Pero con la apertura, no sólo se abre el comercio de productos e ideas, también de personas. Aumenta la emigración a Occidente y con ella emigra también el aprendizaje de artes marciales.
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La globalización durante el siglo XX no hace más que servir de abono a la extensión de la práctica: la segunda guerra mundial y la guerra de Vietnam ponen masivamente en contacto a los ejércitos occidentales con las prácticas militares asiáticas; la industria cinematográfica americana populariza en la segunda mitad del siglo XX las artes marciales como programa de desarrollo personal creando estrellas como Bruce Lee y series de culto como Kung fu; los gobiernos nacionales de Japón, China y Corea ven la oportunidad de usar el arte marcial como embajador de su cultura y mercado, llegando al punto de convertirlo en deporte olímpico (Japón/Judo desde el 64, Corea/Taekwondo desde el 88), etc.

TL;DR

Es un lujo que hoy en día podamos disfrutar de artes marciales como el Aikido o el Taichi. Su ritualidad y práctica codifican siglos de enseñanzas sólo matizadas por el paso del tiempo. Por otro lado, me resulta muy interesante su comportamiento interno, que se parece al de los gremios medievales que trató de recuperar Morris: la transmisión de conocimiento se basa en la práctica y la mejora continua dentro de un grupo, que comparte unos valores y código ético.
Probablemente, la principal razón por la cual todavía existen las artes marciales asiáticas es que se desmilitarizaron justo en el momento en que emergió un mercado global para los programas de desarrollo personal. Un poco de suerte y un poco de adaptación. Ahora que este pequeño misterio que me rondaba la cabeza está resuelto, ya puedo concentrarme en la práctica.


Comments

One response to “La globalización de las artes marciales”

  1. @nosolosw Qué gozada de post! Gracias!

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