Hace unas semanas que he dado de baja el servicio de subscriptor de Spotify. Desde entonces he estado usándolo un tiempo en el modo gratuito. Casi sin darme cuenta, lo he ido dejando poco a poco porque la publicidad que ponen es horrorosa: simplemente no tiene sentido estar escuchando pongamos, hip-hop, y que te pongan publi del último disco de, digamos, Pablo Alborán. O viceversa. ¿Con todos los datos de consumo que tienen de mi perfil en serio que Spotify no podrían hacer recomendaciones más acertadas?
Quizás es que no entiendo de márketing digital y están siguiendo una estrategia ortogonal a la de Amazon, que en general me recomienda cosas que quiero comprar y algunas veces acabo comprando. Quizás su método pasa por taladrarte los oídos con cosas que nunca, remotamente, has escuchado y ponen publi que no soportas con el objetivo de que te pases al modo premium. Qué retorcidos, pienso. Aunque creo que esta vez han infravalorado mi capacidad para buscarme una alternativa y dejar de usar su servicio.
Buscando nuevos artistas
Hoy en día, acceder a un streaming de música o escuchar lo último de tu artista favorito es un problema resuelto. Hay miles de opciones. Lo que tengo atrofiado después de unos años con Spotify es mi capacidad de descubrimiento fuera de Spotify: ¿cómo descubrir música? ¿cómo conocer nuevos artistas?
Además de las recomendaciones de Pablo, lo que mejor me ha resultado estos días es recuperar algo que creo que no hacía desde hace una década: hablar con mis amigos de música y escuchar la radio.
Me he dado cuenta de que las conversaciones con mis amigos pueden girar en torno a series de televisión o cine durante horas. También de libros y de nuestras cosas, claro. Pero me ocurre menos verme en conversaciones de música. No había sido consciente hasta ahora y es raro porque hace años era todo lo contrario. No es que no tenga alrededor gente a la que le guste la música, más bien al contrario. Me pregunto si afecta de alguna manera el hacerse mayor, ¿dejas de escuchar música pero no de ver pelis? No lo tengo claro aún, pero me inclino a pensar que la centralización que suponen canales como Spotify ha convertido el proceso de descubrimiento en algo privado.
Por otro lado, en cuanto a la radio, ya no uso canales como radio3 tanto como en su día, que me aportaron mucho, sino que ahora empiezo el rastreo en internet buscando podcasts o videos de emisoras donde hayan participado artistas que me gustan. Es decir, busco a los cazadores de tendencias de la música actual. Por ejemplo, gracias a un concierto de Dan Mangan por el nuevo disco, me he reencontrado con KEXP, una emisora de Seatle.
Estos últimos días se ha convertido en mi jukebox particular, la primera fuente de la que tiro para descubrir artistas, como por ejemplo Stromae. Por cierto, imperdible el trozo de la entrevista donde le pregunta cómo uno se siente al “ser africano” y que una canción suya haya representado a Bélgica en los juegos. Respuesta: “Bueno, en realidad soy Belga. No puedo reclamar conocer África por tener ascendencia africana. He sido educado en Europa. Mi visión de África está mediada por la prensa europa”. Zas.
Es pronto para decir cómo la herramienta ha moldeado mis usos y gustos. Todavía noto a faltar esa comodidad implícita de lo centralizado, la falsa promesa de que todo está ahí. Lo que sí empiezo a sentir es un cosquilleo en el estómago, una sensación de aire limpio cada vez que descubro un nuevo grupo que puedo estar oyendo días sin parar. Como volver a tener 20 años y recuperar esa sensación de aburrimento que te lleva a la rebeldía y te da fuerzas para buscar lo desconocido.
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