El punto de partida de este blog es la asunción de que la descomposición de las instituciones tradicionales del capitalismo (estado, empresa, mercado y propiedad) no es producto de la crisis, si no que ésta, es uno más de sus reflejos, de sus estertores.
Los futuros que vienen apuntan a la importancia central de la comunidad como agente de provisión de bienestar social. No es que sea esto tampoco una novedad, siempre ha existido a nuestro alrededor y es fácil de reconocer: grupos cooperativos que garantizan la movilidad laboral y las rentas de los trabajadores (a pesar de los adelgazamientos), cárteles con unos beneficios netos que les permiten crear una red transnacional de bienestar, organizaciones religiosas paraestatales que actúan donde no llega el estado fallido, etc. Quizás la novedad del argumento radica en aceptar que 1) la comunidad pasará a ser el agente central de la cohesión social sustituyendo al estado y 2) que esos ejemplos son avanzadillas de mundos posibles, que esconden en su base embriones de relaciones sociales.
Todos ellos generan suficiente riqueza para sustituir, en muchos casos por completo, las funciones del estado. De igual modo que el estado y el mercado hicieron al sustituir a las formas previas de cohesión social, a pesar de que esta transición no fuese planificada, inmediata ni indolora:
La mayoría de la gente tal vez espera el surgimiento de una nueva forma de organización liderada por “buenos chicos” que “obran bien” y, gracias a ello, prosperan y se afianzan. Pero la historia no respalda esta opinión. El grupo más destacado de esta nueva forma de organización está constituido a partes iguales por descontentos, irresponsables y oportunistas avispados, ansiosos por beneficiarse de nuevas formas de maniobrar, explotar y dominar.
Hace muchos siglos, por ejemplo, con el surgimiento de las formas jerárquicas de organización, que desplazaron a las formas tribales consultivas tradicionales, aparecieron en diversas partes del mundo caciques despiadados proclives a la conquista militar, así como sociedades secretas violentas dirigidas según el rango, mucho antes de que la forma jerárquica madurase a través de la institucionalizaciíon de los Estados, imperios y sistemas burocráticos y administrativos profesionales.
Asimismo la expansión inicial de la forma de mercado hace sólo unos siglos, se vió acompañada de una prole de usureros, piratas, contrabandistas y monopolistas que intentaba eludir los controles del Estado sobre sus empresas y ganancias.
— Redes y guerras en red, Arquilla y Ronfeldt
Con ese punto de partida, ante el reconocimiento de que los chicos buenos necesitan un nuevo relato y realidad, surge Communia. Para investigar posibles respuestas a la pregunta: ¿y ahora qué? Y, lo más importante, ¿cómo?
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