Radiografía introductoria del sector wearable –o computadoras de vestir– que trata de entender cómo son los productos que están llegando al mercado hoy día.
De anillos y relojes

Uno de los primeros wearable registrado fue un anillo con ábaco incluido, que se estilaba entre la aristocracia china alrededor del año 1600 – se supone que con fines comerciales. En paralelo, en Europa se desarrollaba el reloj de bolsillo, que no tenía interactividad pero igualmente era exclusivo de la alta sociedad.
A partir de entonces, la llegada de otros wearables al mercado se estanca más o menos 3 siglos, hasta bien entrado el siglo XX. Más allá de la popularización de los relojes de pulsera, es entonces cuando se introducen novedades en el ámbito militar (cascos infrarrojos, etc) para ir saltando posteriormente a otros sectores con predisposición al gasto en complementos como el fitness o la industria del videojuego: toda una anticipación de la nueva revolución industrial y ejemplo de manual de los nuevos mercados que habilita la reducción de la escala de producción. Sin embargo, a pesar de las grandes promesas, el mercado de masas se mantiene más o menos ajeno a esta tendencia, excepto por el eterno candidato a ser the next big thing: el «smart watch».
La historia del «smart watch» sirve como metáfora de un sector atrapado en la trampa de las escalas que, desde los 80, lucha por vendernos «smart watches» y no ha conseguido ofrecernos cosas realmente innovadoras, que deseemos comprar y vestirnos más allá de mp3 e ipods. Luego del boom de los relojes Seiko en los 80 y 90 compatibles con varios ordenadores, no es hasta la entrada del nuevo siglo que vemos una nueva propuesta: la de Microsoft con la iniciativa SPOT que, en 2003, incluye también un reloj. Ninguna de estas propuestas cala realmente y, a finales de la década, en 2009/2010, empresas como Samsung o Sony insisten empezando a sacar al mercado nuevos relojes que conectan con el incipiente mundo de la movilidad (móviles con acceso a datos y tarifas razonables). Para 2012, con la irrupción de Pebble, la tecnología y el mercado están maduros para que el reloj se conecte masivamente con el mundo multimedia del móvil y el 3G. La llegada de Apple a este sector, en 2015, no es para nada innovadora ni aporta nuevo valor añadido, más allá de protegerse de la competencia en un sector -dicen- a punto de explotar. De todos ellos, probablemente sea Google con sus gafas el más atrevido, aunque todavía nadie sabe muy bien para qué valen y cómo se comportarán en el mercado de masas.
La venganza de los pequeños

La irrupción de Pebble, además de dar la alerta a los grandes, ha servido también para hacer creer a los pequeños, ha funcionado como el pistoletazo de salida del renacimiento del hardware. Aunque no era más que otro reloj, lanzaba varios mensajes:
- A nivel producción, se hizo evidente que la tecnología y relaciones comerciales permitían ya a una PYME con un equipo pequeño salir al mercado global y competir con los grandes: pequeña escala, gran alcance.
- A nivel venta, visibilizaba como ningún otro proyecto que un mercado tan saturado como el de complementos, estaba abierto a la creación de tendencias desde abajo, apoyados por una generación que entiende el consumo como una herramienta más de personalización y activismo.
- A nivel financiación, los 10 millones de dólares conseguidos a través de kickstarter, gritaban: ¡podemos prescindir de Sillicon Valley!, nos dimos cuenta de que es posible financiar un producto sin perder el control de la empresa.
Desde entonces han pasado un par de años y el nuevo mundo industrial no se ha hecho esperar, tenemos ya miles de ejemplos. Como era de esperar, los gigantes llegan tarde, y la segunda generación de «wearables de los pequeños» nos ofrece un catálogo más amplio e innovador que lo que podemos obtener de los grandes, aunque todavía muy poco disruptivo.
Bienestar, belleza y bluetooth
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Hay 3 vectores que definirían uno de los principales sectores de avance de los «wearables de los pequeños»:
- La mayoría de los productos que están en el mercado o a sus puertas podríamos clasificarlos dentro del sector del bienestar: acompañantes para el fitness a montones, pero también unos cascos que atenúan el ruido externo pero permiten oir alarmas del móvil, pulseras que registran tus movimientos biométricos y te ayudan a caminar mejor, joyas que prometen protegerte de la radiación solar o collares que almacenan tus datos médicos con el objetivo de mejorar los ratios de vacunación en la India.
- Algo que llama la atención es el buen acabado y diseño de las piezas. Sin duda, están pensadas no sólo para ser compradas, sino también, y más importante, para ser vestidas y sentirte guapo.
- Finalmente, nos encontramos con un uso masivo de Bluetooth Low Energy (BLE) para comunicarse con el móvil, que explotan los datos mediante aplicaciones. Los complementos actúan básicamente como sensores con ciertos componentes de interactividad (vibración, pantalla con info resumen, etc).
Así pues, hoy día, en los «wearables» que están llegando a mercado, vemos un mundo distinto al de la ubicuidad, que usa el móvil como proxy hacia la red y tiene como acicates comerciales el bienestar y la belleza. Nada todavía realmente rompedor, pero que apunta vectores donde la ubicuidad y sus retos asociados (privacidad, propiedad intelectual, etc) estará en juego.
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